BASKETZARAGOZA.NET Finalizó el segundo turno del Campus de Verano del CAI Zaragoza de este año 2013. Atrás queda ya casi un mes de actividades divididas en las dos tandas de las que el Campus ha dispuesto debido a la demanda de inscripciones que llegaron al club.
Talleres, cine, piscina, juegos y, sobre todo, muchísimo baloncesto han hecho las delicias de los algo más de 170 niños que han hecho posible un año más esta aventura. Junto con ellos, la labor de los monitores ha sido encomiable, siempre al tanto de los jóvenes y consiguiendo que se lo pasaran en grande y guarden un grato recuerdo que les haga volver el año que viene.
El día comenzaba con normalidad, si bien en el ambiente se respiraba algo de pena porque el Campus tocaba a su fin. Sin embargo no había tiempo que perder, el último día había que aprovecharlo a tope y a las 10 horas y como de costumbre todo estaba listo para empezar. Los primeros niños y niñas llegaban sabedores de que tenían que exprimir el día al máximo y en esacasos minutos, la cosa comenzaba a andar.
Como cada día, la técnica individual a base de ejercicios y juegos era la encargada de abrir la jornada y al compás de los primeros botes del balón, los más pequeños de la casa se olvidaban de que estaban ante sus últimas horas de baloncesto en El Olivar. Tras esto, los juegos se hicieron protagonistas antes de refrescarse en la piscina cuando el sol más apretaba. Un baño especial como preludio a la última comida compartida por muchas amistades forjadas en las instalaciones olivareras. Tras unos minutos de relax y desconexión en los diferentes talleres tocaba poner en práctica todo lo aprendido durante las dos semanas viviendo el baloncesto al máximo. En los diferentes partidos la entrega era máxima y las ganas de demostrar las enseñanzas de los monitores desembocaban incluso en algún que otro pique, pero siempre sano y debidamente zanjado, porque ante todo ha reinado la amistad y el buen ambiente.
Pero todo lo bueno tiene un final, y la jornada tocaba a su fin, por lo que era el momento de entregar los diferentes premios, recuerdos y diplomas, y de despedirse. No obstante y pese a la pena, no era una despedida triste, ya que el Campus solo se despide hasta el verano que viene, cuando El Olivar vuelva a ser testigo de nuevos progresos, protagonistas y amistades.